"caminante no hay caminos, caminante al andar, caminante son tus huellas, el camino nada más... se hace el camino al andar".

jueves, 21 de marzo de 2013

El desierto peruano

La travesía inició en el desierto al sur del Perú. A medida que tomábamos altura y kilometrajes, el cielo se volvía naranja y un sol circunvalado perfectamente que se iba escondiendo entre las nubes, en un mar a lo lejos del desierto. Es por el efecto de las alturas que veía una puesta sobre nubes y no directamente en el mar, que de todas formas se mostraba tímidamente a lo lejos. Son en estos momentos donde quisiera tomar una fotografía, pero tenía la cámara fotográfica bien guardada en el bolso y seguramente en unos segundos, en una curva no premeditada, perdería de golpe todo el cuadro asombroso y una cámara en desuso entre mis manos. Preferí contemplar esos maravillosos segundos de paisaje, más bien. Las áridas tierras del desierto a ratos se iban mezclando con distintos valles, según las curvas que tomábamos a medida que profundizábamos más al interior de la región, donde moran vacas y sacan de ellas la famosa leche evaporada marca Gloria. A ratos verdes, a ratos gris. Pero un gris entremezclado con naranjo, borgoña y un raro rosa grisáceo.
Al cabo de 16 horas en colectivo, pasando por la provincia de Arequipa y Nazca, llegamos a la ciudad de Ica, donde tomaremos un desvío en taxi a la apartada localidad de Huacachina, un oasis en medio del desierto, escondido entre dunas de gran paraje para turistas. Allí estaremos tres días y conoceremos a los primeros grandes amigos del peregrinaje.



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